carta
Dear Professor :
I am writing to you to inform you that I have decided to stay and be part of the working team of Boricua College. I am not the kind of person who leaves projects unfinished. At this moment in life, it is my priority to keep the job and contribute in the process of building an educated and progressive community.
However, making use of my constitutional right, and following the principles of this institution, I would like to express my feelings concerning the issue under consideration. I do not think that the decision taken by the Administration was fair. I truly believe that any person should not have to decide between their personal achievements and keeping a job, even less in a case where these two fields are complementary with one another.
Until now, I was convinced that any academic institution was a setting where intellectuals had freedom to extend and develop their professional abilities. I was convinced that it was a place where the achievements of a member of the faculty were not only encouraged and facilitated, but were also to be considered as a reason to take pride in. I was convinced that these professional opportunities benefited both the individual and the institution. I am deeply hurt to learn that this is not the case of Boricua College. This situation has made me feel that my successes are seen as an abject inconvenience, as something to be ashamed of. I hope that in the future, you can envision an academic setting where professors’ talents and opportunities are not constrained and even more, a community where they are allowed to grow under the same principles and values that rule our relationship with the students.
I have been advised by the organizers of the XIII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de la Ciudad de Oaxaca that they can kindly extend their invitation for the event to the following year, in November of 2006. I trust that one year from now you can rejoice with me for an achievement that could as well be for the advantage of the institution, favoring and supporting my participation in this important international event.
I can assure you that I will perform my duties and complete my responsibilities with excellence and integrity during the term of my contract; I do not know any other way.
Sincerely yours,
Nicole Cecilia Delgado, MA
I am writing to you to inform you that I have decided to stay and be part of the working team of Boricua College. I am not the kind of person who leaves projects unfinished. At this moment in life, it is my priority to keep the job and contribute in the process of building an educated and progressive community.
However, making use of my constitutional right, and following the principles of this institution, I would like to express my feelings concerning the issue under consideration. I do not think that the decision taken by the Administration was fair. I truly believe that any person should not have to decide between their personal achievements and keeping a job, even less in a case where these two fields are complementary with one another.
Until now, I was convinced that any academic institution was a setting where intellectuals had freedom to extend and develop their professional abilities. I was convinced that it was a place where the achievements of a member of the faculty were not only encouraged and facilitated, but were also to be considered as a reason to take pride in. I was convinced that these professional opportunities benefited both the individual and the institution. I am deeply hurt to learn that this is not the case of Boricua College. This situation has made me feel that my successes are seen as an abject inconvenience, as something to be ashamed of. I hope that in the future, you can envision an academic setting where professors’ talents and opportunities are not constrained and even more, a community where they are allowed to grow under the same principles and values that rule our relationship with the students.
I have been advised by the organizers of the XIII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de la Ciudad de Oaxaca that they can kindly extend their invitation for the event to the following year, in November of 2006. I trust that one year from now you can rejoice with me for an achievement that could as well be for the advantage of the institution, favoring and supporting my participation in this important international event.
I can assure you that I will perform my duties and complete my responsibilities with excellence and integrity during the term of my contract; I do not know any other way.
Sincerely yours,
Nicole Cecilia Delgado, MA
29.8.05
Gil aporta al blog.
Gil acaba de enviarme un mensaje por el messenger con la siguiente cita:
"A goal without a plan is just a wish."
-Antoine de Saint-Exupery
-Antoine de Saint-Exupery
Me dijo "pa tu blog". Yo me pregunto qué rayos hace él leyendo al autor del Principito en horas de trabajo. Pero la verdad es que es una cita pertinente, sobre todo para un día como hoy. Eso es lo que necesito... un plan para poder llevar una vida dedicada al arte a pesar del trabajo full-time. Un plan para ir a Oaxaca, Méjico en noviembre, al XIII Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes (qué lindo suena, no?) y un plan para estudiar guión en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños. O sea ¿que necesito un plan internacional? Porque esto son metas, no meros deseos.
26.8.05
Frida en NY
“Estos días me he aburrido bastante en Nueva York, pues no veo a nadie, ni pinto ni hago nada. La 'high society' (alta sociedad) de aquí me cae muy 'gorda' (mal) y siento un poco de rabia contra todos estos ricachones de aquí, pues he visto a miles de gentes en la más terrible miseria.”
-Frida Kahlo, carta a Leo Eloesser, 1931
-Frida Kahlo, carta a Leo Eloesser, 1931
los cordeles
sé de la presencia femenina
en la ropa limpia
bailando con el viento
en los cordeles
y sé que donde hay niños
hace poco hubo sexo
y eso también
es lo doméstico
en la ropa limpia
bailando con el viento
en los cordeles
y sé que donde hay niños
hace poco hubo sexo
y eso también
es lo doméstico
reflexiones de vagón de tren
primer personaje
Américo Martínez tiene setenta y cuatro años y un montón de cicatrices. Sobrevivió cáncer de la piel y de la próstata y siete balazos a los veintiuno, cuando fue soldado en la guerra de Korea. “La guerra es una atrocidad”, recuerda, mientras escucha lo que le dice el supervisor por el walkie talkie y ayuda a una señora a aprender a usar la tarjetita para entrar a la estación de la Plaza de Río Piedras del Tren Urbano. “Tú sabes que la historia ha dado grandes asesinos”, me cuenta Américo mientras habla de Hitler, “pero el mayor se llama Yorch Dobliu Bush”.
Américo no tendría que estar trabajando. Es pensionado del ejército, vivió 27 años en Nueva York y viajó el mundo entero sirviendo chicken or pasta en los pasillos de los aviones de una línea comercial. Cualquiera pensaría que se merece un buen descanso, estar por fin en la casa haciendo nada, levantarse a cualquier hora, esas cosas de la vagancia que uno añora en los peores días del trabajo. Pero su doctor le dijo que saliera de su casa para distraerse si no quería enfermarse de vejez. Por eso trabaja con la seguridad del Tren Urbano y quien lo ve no dudaría en decir que Américo está como coco. Hoy estaba molesto, con razón, porque hay quien quiere cogerlo de mangó bajito. La de la boletería pretendía que saliera a comprarle café. “Yo le dije que eso no era parte de mis responsabilidades y ella se enojó conmigo. Cuando llamó al supervisor a darle la queja él le dijo ‘Señora, déjeme decirle que Martínez tiene razón’”. “Yo he aprendido mucho en este trabajo”, me sigue contando Américo. “La gente te ve con un uniforme de guardia de seguridad y te desestima, pero tal vez ese guardia sepa más que tú, sea más inteligente que tú”.
Y eso no es todo. Américo, también toca el piano, escribe poemas y compone canciones. Esta tarde, durante los doce minutos que esperé en lo que llegaba el tren en dirección a Bayamón escuché un poco su historia y al final me regaló un poema a Puerto Rico y a Rafael Hernández.
otra cosa
El tren en Puerto Rico sería otra cosa. Hoy subí por primera vez. Aunque hice un recorrido corto (de Cupey a la Plaza de Río Piedras) tuve una muestra que me dejó contenta, con la esperanza de que este invento de primer mundo que aquí parece estar un poco fuera de lugar, funcione a nuestro favor. Las máquinas son las mismas vending machines del Subway nuyorkino pero las paradas son colosales, con un despilfarro de escaleras eléctricas de cientos de escalones. No quiero imaginar cuando se vaya la luz o empiecen a dañarse. Hay policías en cada esquina; mi cámara fotográfica capturó algunos que se metieron en el medio del encuadre involuntariamente. Sin embargo, hay algo en este monorriel primitivo que lo hace pintoresco, prometedor, lleno de buena energía.
La gente habla duro en los vagones, se miran la cara, toman fotos (yo incluida). Hoy me resultó curioso que un muchacho de momento dijo más duro que de costumbre… “¿Alguien aquí tiene un bolígrafo que me preste?”. Inmediatamente, el muchacho tenía lápices y plumas para escoger.
vagón de amor
Me imagino a Yamilet contándole a su amiga Sharon:
Nena, acabo de conocer a un jevo en el tren. Estaba sentao al frente mío. Yo trataba de mirar por las ventanas, tú sabes, pa disimulal. Que si los arbolitos del parque Luis Muñoz Marín, que si el tapón de la Piñero que me estaba ahorrando. Pero con to y con eso me fijaba con el rabito del ojo, tú sabes, que Pedro, por cierto el jevo se llama Pedro, pues que Pedro no dejaba de mirarme así, eslembao. La verdá es que el chamaco estaba súper lindo y yo, bien fresca, vine y escribí mi número en el ticket de los zapatos q acababa de comprar en payless y justo antes de bajarme en la parada de Las Lomas pa venir pa acá, pues se lo di. Loca, no hice más que treparme en las escaleras eléctricas y ya me estaba llamando al celular. Que si mami cómo te llamas. Que si yo te vi tan linda pero no me atrevía a decirte na. Que si esto que si lo otro, tú sabes. La cosa es que quedamos en encontrarnos el viernes en Plaza para ir el cine. Lo malo es que uno no puede ir a Plaza en tren.
encuentros
Es que como lo vi hoy, me di cuenta de que la parsimonia y la cháchara que nos caracterizan podrían convertir al tren urbano en un sitio de encuentros en lugar de la imagen fría, llena de prisa e intimidante de sus contrapartes extranjeras. Aquí todo el mundo se habla, que si cuál es el tren para ir a no sé dónde, que si tú sabes en cual es que me tengo que bajar, que si mírate ese pájaro, aquel edificio, que si alguien me presta un bolígrafo.
También me pareció una oportunidad para revalorar nuestros espacios… San Juan desde esa plataforma parece otro lugar, lleno de árboles hermosos pero también lleno de gasolineras y de escombros. Yo hoy no tenía rumbo fijo, mi destino era solamente la novedad del tren. Pero quise bajarme en la plaza de Río Piedras y fue como estar de viaje, como llegar a un lugar por primera vez. El alivio de no tener que fijarme en la dirección del tránsito o que pelear con alguien por un estacionamiento, me permitió observar mi entorno. Noté los balcones de los edificios viejos, los locales que han remodelado sus fachadas para recibir al tren; noté las señoras con sombrillas de colores pasando frente a los doncitos que vigilan el paso del tiempo jugando dominó y bebiendo ron en el murito de la plaza que queda al frente de la catedral.
Quise imaginarme puestos de placeros vendiendo vianda, teatreros, mimos, músicos, poetas interviniendo los espacios inmensos y colosales de las paradas. ¡Esto puede tener tanta vida!
usar el tren
Hoy estoy contenta porque tengo una amiga que lleva una semana completa yendo al trabajo en Tren Urbano. Como la guagua de su esposo lleva días dañada en un taller, ella aprovechó la oportunidad. Le dio las llaves de su carro que gasta mucho menos y ahora él le da pon hasta la parada para ir al trabajo. Lo que antes era una hora y media de tapón por las mañanas para llegar de Bayamón a Santurce se ha reducido a un viajecito tranquilo de quince minutos.
Hay que usar el tren, no comprar más gasolina y darle a la ciudad una vida nueva, con gente que se mira, que se brega bien, que se conversa. El tren puede ayudarnos a recuperar la buena voluntad que la individualidad de los carros y la violencia del tapón nos han hecho olvidar demasiado rápido.
Américo Martínez tiene setenta y cuatro años y un montón de cicatrices. Sobrevivió cáncer de la piel y de la próstata y siete balazos a los veintiuno, cuando fue soldado en la guerra de Korea. “La guerra es una atrocidad”, recuerda, mientras escucha lo que le dice el supervisor por el walkie talkie y ayuda a una señora a aprender a usar la tarjetita para entrar a la estación de la Plaza de Río Piedras del Tren Urbano. “Tú sabes que la historia ha dado grandes asesinos”, me cuenta Américo mientras habla de Hitler, “pero el mayor se llama Yorch Dobliu Bush”.
Américo no tendría que estar trabajando. Es pensionado del ejército, vivió 27 años en Nueva York y viajó el mundo entero sirviendo chicken or pasta en los pasillos de los aviones de una línea comercial. Cualquiera pensaría que se merece un buen descanso, estar por fin en la casa haciendo nada, levantarse a cualquier hora, esas cosas de la vagancia que uno añora en los peores días del trabajo. Pero su doctor le dijo que saliera de su casa para distraerse si no quería enfermarse de vejez. Por eso trabaja con la seguridad del Tren Urbano y quien lo ve no dudaría en decir que Américo está como coco. Hoy estaba molesto, con razón, porque hay quien quiere cogerlo de mangó bajito. La de la boletería pretendía que saliera a comprarle café. “Yo le dije que eso no era parte de mis responsabilidades y ella se enojó conmigo. Cuando llamó al supervisor a darle la queja él le dijo ‘Señora, déjeme decirle que Martínez tiene razón’”. “Yo he aprendido mucho en este trabajo”, me sigue contando Américo. “La gente te ve con un uniforme de guardia de seguridad y te desestima, pero tal vez ese guardia sepa más que tú, sea más inteligente que tú”.
Y eso no es todo. Américo, también toca el piano, escribe poemas y compone canciones. Esta tarde, durante los doce minutos que esperé en lo que llegaba el tren en dirección a Bayamón escuché un poco su historia y al final me regaló un poema a Puerto Rico y a Rafael Hernández.
otra cosa
El tren en Puerto Rico sería otra cosa. Hoy subí por primera vez. Aunque hice un recorrido corto (de Cupey a la Plaza de Río Piedras) tuve una muestra que me dejó contenta, con la esperanza de que este invento de primer mundo que aquí parece estar un poco fuera de lugar, funcione a nuestro favor. Las máquinas son las mismas vending machines del Subway nuyorkino pero las paradas son colosales, con un despilfarro de escaleras eléctricas de cientos de escalones. No quiero imaginar cuando se vaya la luz o empiecen a dañarse. Hay policías en cada esquina; mi cámara fotográfica capturó algunos que se metieron en el medio del encuadre involuntariamente. Sin embargo, hay algo en este monorriel primitivo que lo hace pintoresco, prometedor, lleno de buena energía.
La gente habla duro en los vagones, se miran la cara, toman fotos (yo incluida). Hoy me resultó curioso que un muchacho de momento dijo más duro que de costumbre… “¿Alguien aquí tiene un bolígrafo que me preste?”. Inmediatamente, el muchacho tenía lápices y plumas para escoger.
vagón de amor
Me imagino a Yamilet contándole a su amiga Sharon:
Nena, acabo de conocer a un jevo en el tren. Estaba sentao al frente mío. Yo trataba de mirar por las ventanas, tú sabes, pa disimulal. Que si los arbolitos del parque Luis Muñoz Marín, que si el tapón de la Piñero que me estaba ahorrando. Pero con to y con eso me fijaba con el rabito del ojo, tú sabes, que Pedro, por cierto el jevo se llama Pedro, pues que Pedro no dejaba de mirarme así, eslembao. La verdá es que el chamaco estaba súper lindo y yo, bien fresca, vine y escribí mi número en el ticket de los zapatos q acababa de comprar en payless y justo antes de bajarme en la parada de Las Lomas pa venir pa acá, pues se lo di. Loca, no hice más que treparme en las escaleras eléctricas y ya me estaba llamando al celular. Que si mami cómo te llamas. Que si yo te vi tan linda pero no me atrevía a decirte na. Que si esto que si lo otro, tú sabes. La cosa es que quedamos en encontrarnos el viernes en Plaza para ir el cine. Lo malo es que uno no puede ir a Plaza en tren.
encuentros
Es que como lo vi hoy, me di cuenta de que la parsimonia y la cháchara que nos caracterizan podrían convertir al tren urbano en un sitio de encuentros en lugar de la imagen fría, llena de prisa e intimidante de sus contrapartes extranjeras. Aquí todo el mundo se habla, que si cuál es el tren para ir a no sé dónde, que si tú sabes en cual es que me tengo que bajar, que si mírate ese pájaro, aquel edificio, que si alguien me presta un bolígrafo.
También me pareció una oportunidad para revalorar nuestros espacios… San Juan desde esa plataforma parece otro lugar, lleno de árboles hermosos pero también lleno de gasolineras y de escombros. Yo hoy no tenía rumbo fijo, mi destino era solamente la novedad del tren. Pero quise bajarme en la plaza de Río Piedras y fue como estar de viaje, como llegar a un lugar por primera vez. El alivio de no tener que fijarme en la dirección del tránsito o que pelear con alguien por un estacionamiento, me permitió observar mi entorno. Noté los balcones de los edificios viejos, los locales que han remodelado sus fachadas para recibir al tren; noté las señoras con sombrillas de colores pasando frente a los doncitos que vigilan el paso del tiempo jugando dominó y bebiendo ron en el murito de la plaza que queda al frente de la catedral.
Quise imaginarme puestos de placeros vendiendo vianda, teatreros, mimos, músicos, poetas interviniendo los espacios inmensos y colosales de las paradas. ¡Esto puede tener tanta vida!
usar el tren
Hoy estoy contenta porque tengo una amiga que lleva una semana completa yendo al trabajo en Tren Urbano. Como la guagua de su esposo lleva días dañada en un taller, ella aprovechó la oportunidad. Le dio las llaves de su carro que gasta mucho menos y ahora él le da pon hasta la parada para ir al trabajo. Lo que antes era una hora y media de tapón por las mañanas para llegar de Bayamón a Santurce se ha reducido a un viajecito tranquilo de quince minutos.
Hay que usar el tren, no comprar más gasolina y darle a la ciudad una vida nueva, con gente que se mira, que se brega bien, que se conversa. El tren puede ayudarnos a recuperar la buena voluntad que la individualidad de los carros y la violencia del tapón nos han hecho olvidar demasiado rápido.
24.8.05
el verde está de moda
esta es la nueva cara de mi blog. tengo que hacerle los arreglos finales a mi tesis de maestría para poder comenzar libremente mi nueva etapa de asalariada. esta responsabilidad, claro, despierta en mí esa urgencia por hacer cualquier otra cosa, por dejar lo importante para el último momento. de todas maneras hacía rato que quería cambiar la apariencia de este espacio para no parecerme a nadie o que nadie se parezca a mí.
así que: vuelvo a esta rutina del aplazamiento ahora color verde
¿Quién conoce a Simplicia Jiménez Carlo?
Haz click en el link para conocerla.
Artículo escrito por moi para la Revista Casa Tomada 4 (New York)
23.8.05
el sueño
Anoche soñé el encuentro con mi padre. Sus hermanas le habían encerrado con seguro en un cuarto inaccesible de la casa. Allí él hacía su vida sin rezarle a dios. Me abrió la puerta un cura, o tal vez una muchacha conmovida con mi historia. Él yacía tranquilo (sin hija hasta el momento), como si hubiera descubierto el secreto de la juventud. Mi padre prosiguió a tatuarme una sorpresa y a compartir conmigo el humo de su vida. Desperté sin haber visto el diseño que me tatuó en la piel.