25.2.07






cacahuates

el Cristo negro del Sacromonte

En el centro del valle donde yace el pueblo de Amecameca hay un cerrito que se llama el Sacromonte donde tienen a un Cristo milagroso. Conocí a un señor que fue a rezarle desesperado un día para que apareciera su hijo, porque se lo habían robado saliendo de la escuela. Y apareció. Todos los años, en miércoles de ceniza bajan al Cristo del Sacromonte con una larga procesión hasta la catedral del pueblo, donde permanece expuesto durante toda la cuaresma. El Cristo del Sacromonte es negro y tiene pelo humano. Su piel de madera brilla con destellos especiales cuando le da el sol que entra por los vitrales de la iglesia. La gente del pueblo, que es muy devota, entra a misa con ramilletes de fresia, y toda la nave principal huele a flores aromáticas. Pero el Cristo negro del Sacromonte no es la única devoción de las personas de Amecameca. Más poderosos e imponentes son Rosita y Don Goyo, como cariñosamente llaman a los legendarios volcanes Popocatepetl e Iztaccíhuatl, princesa dormida y guerrero vigilante de la mitología azteca, que se avistan desde cualquier balcón o calle del pueblo. Para subir a la montaña hay que pedir permiso con respeto y reverencia. El mal de altura es caprichoso y se venga de los incrédulos. Al último hombre que se burló de Goyo se le reventaron los intestinos mientras acampaba en las faldas del volcán. En estos días suben tiemperos, peregrinaciones, curanderos y danzantes. Hasta allí llegó una vez Hernán Cortés. La vida del volcán es una ceremonia. Por eso hice una oración pagana mientras subía. No hay palabras para describir lo que se siente acercarse a esas montañas poderosas. La arena volcánica es fina, suave al tacto, iluminada, negra como el Cristo de Sacromonte.

22.2.07

miércoles de ceniza

hoy el profe nos dio trabajo de campo. caminamos desde la escuela hasta la iglesia de coyoacán. en el camino, mi banda y yo nos desviamos para el toque, justo cuando estalló el transformador. se fue la luz. la calle era toda bruma. los focos de los pocos carros que pasaban por allí iluminaban las hojitas de los árboles que bailaban con el viento callado de la penumbra. sonreía la luna. en la plaza los rehiletes giraban y giraban y giraban, formando redondos destellitos. entré a la iglesia. desde la puerta una tiniebla gris delineaba las llagas gastadas del cristo bajado de la cruz y pidiendo limosna. había tres curitas poniendo las cenizas. la gente caminaba apresurada al acercarse y reducían el paso después que les ponían la marca de la cruz. tomé cenizas tres veces. me la limpiaba de la frente y regresaba a la cola de la fila para probar con cada cura. arrepiéntete y cree en el evangelio, decía cada uno en distinta entonación. después vi el confesionario y se me antojó decirle al padre "me masturbo, robo vino del supermercado". se lo dije y me ordenó rezar un rosario. ahora debo confesar, ante ustedes, hasta ahí llegó mi devoción a la curiosidad. afuera mis compañeros hablaban de porno y decidían en dónde nos tocaba la cerveza.

18.2.07

por fin

el jueves pasado, a las 3AM, después de un reven (reven de reventón, o sea, hangueo), después de más de un mes así, del tingo al tango, de internet cafe en internet cafe, buscando departamento, aprendiendo a usar la transportación pública, memorizando rutas y nombres de calles nuevas (ni se diga nombres de gente nueva), descubrí que la lucesita del router había dejado de parpadear. eso significaba que la compañía de teléfonos ya había hecho no sé qué cosas en la línea telefónica de mi casa y ya, por fin, funcionaba mi conección al internet. reorganicé los muebles del depa, me improvisé un escritorio (porque tenía la compu en el piso y la espalda baja daba gritos de auxilio) y busqué mapas. me conecté al messenger, llamé por skype, revisé emails y me dormí plácidamente, creyéndome el mito de la tecnología, que es lo mismo que creerse cerca a pesar de la distancia material que separa el mundo. sin embargo, me ha tomado cuatro días abrir la ventana del blogger y asumir nuevamente este espacio como mío. la bitácora que empecé en nueva york el día que murió mi abuelo de momento se sintió rara y ajena. como si los hábitos adquiridos en este mes de búsqueda y espera me hubieran hecho olvidar el placer del sonido del tecleo y esta enajenación que implica estar aquí sentada, encorvada frente a una laptop que es tan lenta como la ciudad de tenochtitlan tres mil años después. me da trabajo sentarme aquí y contar algo. sobretodo porque en un mes han pasado un millón de mundos y no sé qué compartir. a vuelo de pájaro: tomo vino robado del supermercado, como aguacatl tomatl y chocolatl; fumo deliciosamente e implanté una moda esencial --fumar filis-- entre mis cercanos; vi a los voladores de papantla lanzarse al vértigo frente al museo de antropología y quedé con ellos más impresionada que con la exhibición espectacular que examiné adentro del museo; lucho con el chile, que aparece hasta en los alimentos más insólitos, incluyendo las frutas tropicales; no tengo celular, apenas uso el teléfono; y los temazcales, vientre de la madrecita tierra, me enseñan poco a poco la verdad de una espiritualidad que abandoné a propósito luego de la decepción católica de la temprana adolescencia.

me gusta mexico. pronto pongo fotos.

14.2.07

9.2.07

nombrarte

ahora los nombres repetidos en voz alta son éstos: eva, pablo, maría, yamilé, andrés, césar, paco, juan, emilio, federico, cecilia, sofía, cristina, lorena, leonora, diego, ixel, dulce, alicia, lauri.

mis cuerdas vocales extrañan el sonido de estos nombres: gil, angel, ale, elisa, georgie, tanya, raquel, natalia, danielle, soraya, ricardo, nicolás, luis, eslin, xavier, karina, mami.

las consecuencias de los actos

empiezo a darme cuenta de las consecuencias de mis actos. una no puede estar en dos o tres lugares al mismo tiempo, ni siquiera por internet. estar aquí implica, necesariamente, dejar de estar allá. pienso en la nieve, en la bioluminiscencia, en los nombres de las calles (mulberry street, knickerbocker avenue, broadway, spring street, northern boulevard, 141st, por ejemplo - o calle loíza, avenida fernández juncos, calle bosque, callejón del gándaro) y mido la distancia que me separa de los sitios a los que deseo regresar todas las tardes. miro desde otro punto cardinal. el viaje es tiempo, concreto tiempo. suelo perderme en sus vericuetos. una es lo que decide. soy mis actos. esta distancia deseada adquiere proporciones absolutas. la nostalgia me pega duro. piso tierra firme y estas coordenadas halan hacia el centro. el continente me determina. los aviones, para mí o para ti, son ahora una quimera brumosa. la distancia del aire pellizca y duele.

4.2.07

esperar (infinitivo)

estas primeras semanas en mexico han sido, sobre todo, una lección de paciencia y tolerancia. ayer, por ejemplo, un amigo me dijo que yo caminaba demasiado rápido. en nueva york me pasaba exactamente lo contrario. he tenido que reajustar mi ritmo de vida para que esta ciudad, a veces monstruosa y a veces super linda e inocente, sea benévola con las plantas de mi pies. he tenido que aprender a no desesperarme con su lentitud de caracol de tierra. lo de no tener internet, por ejemplo, ha sido una prueba dura. pero hay árboles por todos lados y trinan los pajaritos a pesar de la contaminaciòn. espero, con calma, una respuesta burocrática, un paquete por correo, una línea directa que me comunique con el resto del mundo. mientras tanto escucho, percibo, miro. coyoacán es hermoso, divertido, relajante, sanador.

2.2.07

el chupacabras es mexicano

y lleva bisté, pollo y chorizo. o sea que es como una tripleta pero con tortilla. andrés discute la procedencia del especimen. yo insisto en que el chupacabras es 100% boricua, como Maelo, Benicio del Toro, o Ricky Martin. todavía no tengo internet en mi casa, por eso no he escrito mucho.