26.3.09

La Sombra

Marosa di Georgio
Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín violetas, el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos como huesos, las dulceras con olor a rosa. Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; soñaban, igual la vieron. El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba, en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto. La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció, gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando, se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

De Los papeles salvajes, 1971

Las ciudades y los cambios

Italo Calvino


A ochenta millas de proa al viento maestral el hombre llega a la ciudad de Eufamia, donde los mercaderes de siete naciones se reúnen en cada solsticio y en cada equinoccio. La barca que fondea con una carga de jengibre y algodón en rama volverá a zarpar con la estiba llena de pistacho y semilla de amapola, y la caravana que acaba de descargar costales de nuez moscada y de pasas de uva ya lía sus enjalmas para la vuelta con rollos de muselina dorada. Pero lo que impulsa a remontar ríos y atravesar desiertos para venir hasta aquí no es sólo el trueque de mercancías que encuentras siempre iguales en todos los bazares dentro y fuera del imperio del Gran Kan, desparramadas a tus pies en las mismas esteras amarillas, a la sombra de los mismos toldos espantamoscas, ofrecidas con las mismas engañosas rebajas de precio. No sólo a vender y a comprar se viene a Eufamia sino también porque de noche junto a las hogueras que rodean el mercado, sentados sobre sacos o barriles o tendidos en montones de alfombras, a cada palabra que uno dice -como «lobo», «hermana», «tesoro escondido», «batalla», «sarna», «amantes»- los otros cuentan cada uno su historia de lobos, de hermanas, de tesoros, de sarna, de amantes, de batallas. Y tú sabes que en el largo viaje que te espera, cuando para permanecer despierto en el balanceo del camello o del junco se empiezan a evocar todos los recuerdos propios uno por uno, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla, al regresar de Eufamia, la ciudad donde se cambia la memoria en cada solsticio y en cada equinoccio.


De Las ciudades invisibles, 1972

si puediera decirte "estoy" mirándote con los ojos que nunca llevo afuera pero que no estoy seguro tampoco de llevar adentro. si pudiera abrazarte largamente con unos brazos nuevos que conozco hace tiempo y que no han sido usados más por falta de ocasión que de deseo.

entonces encontraría al fin la raíz del beso, sin perfecciones inútiles rompiendo los paisajes, sin letreros, sin luces irritantes, abierto de par en par el sonido especial; sin voces encogidas ni estiradas si no exactamente dichas y escuchadas; sin silencios inconsecuentes si no más bien silencio de células y sangre preparando oscuramente su fiesta de mañana.

José María Lima, en Homenaje al ombligo

23.3.09

por su seguridad


este curioso letrero existe a la entrada de la zona arqueológica de las pirámides de teotihuacan. en este blog, asumiendo la preocupación ante los riesgos del uso de tal indumentaria, no unimos a su campaña de seguridad. en rabietario también está prohibido usar tacones.

cambio de estación

amanecí mirando una pirámide
me templaron el cuerpo la piedra y la madera en el fuego
rompí en más pedazos
la cerámica arqueológica del tiempo
derretí mis dedos debajo de la tierra

ahora, a la ciudad le germinan conciertos en las plazas
flores escandalosas que se complementan
llueven calendarios confundidos
aunque sábado y lunes nunca aprendan a ser lo mismo
esta noche las calles están llenas de gente luminosa

noche de primavera

una niña pequeña se enamora de un poeta enmascarado

“nunca me habían dicho nada tan bonito”, dice, y se aleja saltando
meneando sus alas de mariposa, escarcha y nilón





calle francisco i. madero, centro histórico
sexta noche de primavera, festival de la ciudad de méxico

equinoxio

salirse del cronos, había dicho miriam. después viajé una hora para llegar al arquetipo. cientos de personas vestidas de blanco subían a la pirámide del sol y nosotros abrimos una puerta frente al fuego. hay cosas que son inminentemente claras, como rostros en medio de la noche. las montañas son más altas. me agarró el aire frío. remolinos de tierrita transformaban una milpa en centro ceremonial. el aguamiel no emborracha, el pulque sí. el maguey es una planta generosa. me sacudió el viento caliente que soplan las piedras en carne viva. después, de regreso, la ciudad estaba llena de mariposas y poetas callejeros recitándole versos de baudelaire a niñas de nueve años, que saltaban conmovidas por las calles del centro histórico. una mujer cantaba ópera desde el balcón de un museo. las calles cerradas y llenas de gente dispuesta a celebrar las estaciones. ésta, en particular. un taxista nos preguntó dónde queda el paraíso. jaime lópez cantaba "me siento bien pero me siento mal" al fondo de un callejón donde más abajo, el peor bailarín del mundo bailaba al ritmo de la banda más mala del mundo. la gente le echaba monedas en un vaso de cartón. nosotros, todavía bajo los efectos del sol, también aprendíamos a bailar en las esquinas. ritmos populares de brasil y cabo verde, danzas bolivianas, rock mexicano, tango, jazz. bailábamos en el zócalo junto a muchas personas desconocidas. el asta bandera también bailó. todos dicen que llegó la primavera. yo le estoy dejando abierta la ventana de mi cuarto para que venga de visita cuando quiera.

19.3.09

ultramar

del otro lado mi madre
mi abuela bajo tierra
la ronca caracola del origen
la semilla de la que siguen germinando
las voces que me habitan
un árbol de nísperos
una maleta nueva
y mis pasos mirando al horizonte


de este lado la magia
una serpiente que pendula debajo de mi lengua
un camino descubierto que siempre se recorre
de este lado el futuro
las flores rascándome los dedos
todo lo nuevo
de este lado la suerte


del otro lado
barcos gigantes llegando a las orillas
torres, civilización
las uñas del pasado
todas mis cicatrices
una ciudad alta y flaquísima
con muchos millones de luces encendidas
de otro lado una isla, un palmar


de este lado mi cama descalza
una ventana, otra ciudad
de este lado mis puntos cardinales
una montaña
el aire entrecortado
un par de besos
2300 metros de altura


del otro lado
el estruendo violento del poder
se aprietan los botones que hacen estallar los bosques
las minas de diamante
su guerra interminable
todas las vidas que no supe
un edificio lleno de oficinas
una radio prendida
una carta que llega con noticias:
un ciclón acaba de pasar sobre nosotros

de este lado
espero señales de aquel lado
intento adivinar la procedencia del tráfico aéreo
todas mis contradicciones
las fábricas de interruptores se instalan de este lado
suenan los teléfonos a veces
se desdobla la paciencia
el silencio pesa como el agua


del otro lado
alguien quiere estar de este lado
sudando sus recuerdos más pequeños
contaminados de algún sitio
con el origen girando confundido a veces
se pierde en el camino algún pasado


de este lado despierta el trueno
la ráfaga que acerca mis deseos
mi dedos de alebreste
mi ansia de alebrije
los colores del tiempo manchando los museos
de una ciudad que consiente
el ritmo curioso de mis pies


de este lado todo lo aprendido
del otro lado todo lo olvidado

y unos cuantos azares importantes
que me trajeron de este lado

17.3.09

de este lado
una ciudad palpita
hay piedra volcánica al rojo vivo
guardando los secretos de una pulsar que late
estamos en un cráter
con los dientes contaminados de camino
de este lado
soy
me atrevo a ser, tal vez
más animal dentro de mí

un remolino de tambores circula la noche

en la ciudad empeizan a verse las estrellas


[percusiones de estrasburgo, espacio escultórico unam]