Cuando quise aprender a leer el tarot me di cuenta de que muchos de los arcanos respondían a arquetipos culturales con los que me resultaba difícil identificarme. No precisamente con los arquetipos, que suelen ser como estados de nuestra psiquis que se manifiestan en distintos momentos de la vida, si no más bien, con los nombres que tenían y las formas en que estaban representadas. Figuras como el emperador, el hierofante, el heremita y la sacerdotisa me resultaban lejanos, ajenos a mis referencias culturales y mis apegos. Por terquedad, y para poder acercarme un poco más a cada uno de los arquetipos, me di a la tarea de dibujar mi propio tarot, con nuevas formas y nuevos nombres, imitando a tantos artistas que han hecho lo mismo a lo largo de la historia. El resultado fue una serie de 22 arcanos mayores ingenuamente dibujados a lápiz sobre unas tarjetitas burdas, casi cuadradas. No tenía la intención de reproducir nunca estos dibujos. Eran un estudio personal, una búsqueda ociosa que inició en un momento en el que me sentía urgida, impaciente, apresurada por conocer el "futuro". Fue un proceso delirante, porque la energía de cada arcano se metía en mi casa a medida que los iba trabajando, apoderándose de mi personalidad y mis estados de ánimo. Una de las cosas más curiosas que sucedió durante esos días es que en las macetas de mi casa empezaron a salir cantidades improbables de tréboles de cuatro, cinco y seis hojas. Sin duda, me había puesto a jugar a manos llenas con los misterios de la suerte. Después engaveté los dibujos durante dos años. Corrían el riesgo de que la humedad y las goteras de las Casas de San Cristóbal arruinaran el trabajo. Pero un día vino Ambar Past a visitarme, se desplomó en la hamaca de mi casa y entre chistes dijo que de ahora en adelante se iba a dedicar a leer el Tarot en el jardín de su casa. Fue entonces cuando recordé mi tímida investigación tarotera y le mostré las tarjetitas. No sé cómo, pero al cabo de pocas semanas me encontraba en su casa puliendo los dibujos y empezando a pensar, bajo su mentoría, una forma adecuada para diseñar un juego de tarot que se pudiera reproducir en serigrafía e imprimir en Taller Leñateros. ¡Pura Magia de la buena! Siempre quise estar en el taller de serigrafía de Leñateros aprendiendo a imprimir cualquier cosa, nunca imaginé que un trabajo mío, mucho menos esos dibujitos misteriosos que sirven para jugar a los oráculos. Sueño hecho realidad. Debo confesar que ya no consulto el tarot, o lo consulto muy poco, tal vez por que lo respeto más. Pero estoy dejando que la vida me sorprenda día a día, sin pedirle mucho. Las cartas nunca me advirtieron esto; tal vez habría que añadir al juego una carta especial que se llame "El leñatero", para hablar de esos ayudantes mágicos que se aparecen en la vida inesperadamente. Ahora estoy bajo su influencia.
6 comentarios:
Gari Nic´Olé (buena mujer),
¡Tenían que ser 22!
He de decir que no me siento ajena a ese proceso tarotiano, no sólo por influencia ancestral y genealógica(mente) cotidiana, sino, en particular, por haber sido testigo de la fiebre esotérica que en aquellos días aconteció en el perímetro 13, cuando "la furia del diablo" se me atoró en la garganta con tajante obscenidad. Eres una de las magas que figuran en mi tarot de bolsillo. Amiga, el arcano leñatero se vale de tu madera para tallar maravillas, que quedarán en el mundo como constancia de ti. Ámbar tiene corazón en los ojos y te vio. Yo me alegro. Adivinemos el presente a cada paso.
Gari (¿mejor mujer?) XdT
Inspiras mi búsqueda.
Algún día ¿veré? ese tarot.
Wow, yo también espero verlo algún día!
Sobre la mesa del salón de la sala tu tarot espera ser abierto para su lectura a través de mi manos o a través de las manos de quién me visita. Cuida la casa, nos cuida.
Dónde puedo conseguir un oráculo de arcanos mayores como el que publicas en la fotografía?
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