14.12.11

cuando mueren los amigos



Es raro, siempre he creído que uno nunca está listo para la muerte. Ni para la muerte propia, ni para la muerte del amor ni de las creencias, mucho menos para la muerte de los amigos. Ayer, lamentablemente vía Facebook, me enteré de la partida de una vieja amiga. Es raro, porque uno llama "amigo" a personas con quienes se relaciona de muchas maneras. Y es cierto que no todos llegan a ser verdaderos amigos. Reconozco que si no hubiera sido por el internet, los blogs, los chats y las redes sociales, probablemente nunca hubiera mantenido demasiada relación con Awilda Castro, pero le tenía un cariño especial. Desde ayer estoy recapitulando, porque con la muerte siempre surge la necesidad imperiosa de capturar al recuerdo para que no se escape, como si el recuerdo fuera vida. Sin quererlo las dos, siento que tuvimos importantes momentos en común y por eso me deja tan sorprendida y conmovida la noticia de su apenas muerte.
Hace exactamente diez años, en el 2001, el poeta guajano Vicente Rodríguez Nietzsche convocó, via El Vocero, a un junte de poetas jóvenes en Casa Aboy. Yo tenía 21, tal vez 20. Eran momentos álgidos en Puerto Rico. Era Vieques y todo lo que fuera "junte" se vivía con entusiasmo y dignidad. Para mí fue lindo, era la primera vez que Angel Pont y yo conocíamos a otros "poetas" jóvenes de la isla. Habíamos viajado desde Mayagüez hasta Santurce expresamente para responder a la convocatoria del periódico y no sabíamos qué iba a pasar. Pero pasaron cosas después de eso. Creo que a partir de ese momento muchos de mis contemporáneos dejamos de ser escritores solitarios o talleristas escolares. Yo por lo menos me empecé a tomar la poesía más en serio porque sentí que formaba parte de "algo". Ese día conocí, entre otros, a Yara Liceaga, a Guillermo Rebollo Gil, a Angel Matos, a Jeanette Becerra, a Ana María Fuster Lavín, a Raúl "Gorras" Morris, a Carlos Esteban Cana y a Awilda Castro. Luego empezamos a seguirnos la pista y a tomarnos en cuenta para la organización de eventos, lecturas, publicaciones. Fue Awilda quien, en 2002, empezó a organizar el "Colectivo en Tarima", una serie de lecturas sanjuaneras de poesía en el ya olvidado Enlaces Café, aquel bar lindísimo del Viejo San Juan que tenía una piscina en el mismo medio.
Después fueron los blogs, las migraciones. Media década antes de las redes sociales, los blogs -esos periódicos subjetivos y personales que muchos todavía insistimos en actualizar- constituyeron la tecnología que acortó tiempo y distancia y que facilitó la comunicación y el diálogo entre pares y contemporáneos, resignificando irremediablemente la noción que teníamos todos sobre la publicación y permitiéndonos ejercer lectura y escritura de manera participativa e inmediata. Entre el 2005 y el 2006 Awilda también formó parte del blog colectivo Derivas, -moderado por Axel Alfaro, Isabel Batteria y Raquel Albarrán-. Derivas fue un foro importante y activo en su momento; promovió el diálogo directo, la lectura de obra en construcción y la crítica de trabajo entre autores nuevos de nuestra generación, como Yolanda Arroyo Pizarro, Mara Pastor, Karina Claudio, Manuel Clavell o Xavier Valcárcel. La escritura en blogs nos permitió concebir a un Puerto Rico que, a pesar de las universidades norteamericanas de por medio, se iba esbozando en esa escritura pixeleada que generaba comentario, diálogo. Aún desde la nieve de nuestras migraciones, mucho después del fracaso de Vieques, había la sensación de que no estábamos solos y que la escritura, de alguna forma, nos mantenía juntos construyendo algo.
Digo esto porque mi relación con Awilda tuvo mucho que ver con eso. Me consta que su blog, "bolas de pelos" (2006), así como mi "rabietario" (2005) o el "ohdiosas" de Mara Pastor (2005), pudieron nacer sólo del frío, los aviones y de una necesidad de hacer un ajuste de saldos entre los interlocutores de escritoras puertorriqueñas recién migradas a los Estados Unidos. Awilda y yo, con bastante frecuencia, solíamos chatear por el MSN messenger acerca de la nieve en los suburbios gringos. Ella también encontró en la traducción una posible forma de vida y poco a poco fue integrándose a su condición de ciudadana norteamericana plena. Compró una casa en Pensilvania que reconstruyó ella solita, sembraba cosas, tenía gata y perra; publicó su primer libro, Loneliness Country, en Reading, PA, en edición blingüe y artesanal en el 2008 (ella también, igual que Yarisa Colón o que yo, aprendió a encuadernar y a hacer libros en Nueva York, con Tanya Torres). Empezó a participar de la escena poética anglófona de su nuevo pueblo blanco y así, junto con el paulatino silenciamiento del entusiasmo bloguero, fue desapareciendo poco a poco de lo que a inicios de los dosmiles parecía ser en Puerto Rico un movimiento (pienso otra vez, inevitablemente en Vieques). En el 2009 inauguró, sin embargo, otros dos blogs: el "Yellow Attic" y el "Borderline Journey", desde los cuales escribió sólo en inglés para una comunidad angloparlante que parece haberla recibido bien.
También desde las contradicciones de la migración, Awilda siempre fue un ser político y solidario; tanto su poesía joven como su escritura posterior lo confirman. En Estados Unidos se integró a los movimientos pro-migrantes, participó activamente de la lucha por los derechos de la comunidad LGBTQ y escribió dignamente sobre pacientes de enfermedades mentales. También estaba escribiendo una novela y había un proyecto de un segundo poemario, Sepia, que creo nunca llegó a publicar. Hace poco me sorprendí de ver que la habían incluido en una antología publicada por la editorial bolivariana El perro y la rana como parte de la generación de poetas puertorriqueños de los 90s y me alegré mucho, justo porque hace tiempo que de ella se oía muy poco.
Awilda murió ayer. No sé por qué ni cómo (tal vez sea mejor no saberlo). Hace cerca de dos años que no tenía comunicación directa con ella, creo que desde que dejé de usar el MSN messenger con regularidad o de leer blogs como fanática durante los inviernos nevados de mis años en EEUU. Irónicamente fue la red social de Facebook, fenómeno tecnológico que ha desplazado a los blogs en los últimos años, quien me enteró de la noticia. Su muro se llena de mensajes en inglés de sus amigos de Pensilvania (quienes por cierto, han mostrado gran afecto y solidaridad hacia Awilda), como si después de la vida tuviéramos acceso todavía a nuestras contraseñas digitales. Ahora me puse a leer sus poemas por internet, a releer su blog, a buscarla de a pedazos en la memoria, porque siento que con ella también se va otra cosa que hace tiempo quizá ya se había ido, no sé qué. Pienso en las muchas formas de olvido a las que estamos vulnerables y expuestos. No quiero olvidar a Awilda.

http://bolasdepelos.blogspot.com/
http://yellowattic.blogspot.com/
http://borderlinejourney.blogspot.com/
http://www.enlaorilla.com/author/awilda-castro/
http://www.derivas.net/author/awildacastro/

12.12.11

hacia dónde pintas

una de las razones por las cuales me gusta ciudad de guatemala es porque las paredes hablan. no es bonito pero leo que la ciudad está viva, que su gente está despierta y está alerta y hace y dice cosas. y aunque también la censura dice, acto seguido sucede la respuesta. por todas partes. ya nadie calla. inhóspitas borraduras y declaraciones de amor en marea constante. día sobre día, aerosol sobre aerosol, pintura sobre papel. guatemala está viva y las paredes hablan: