Presentación de libro
Texto leído en
Centro Cultural Dulce María Loynaz
XXI Feria Internacional del Libro de la Habana
10 de febrero de 2012
por Nicole Cecilia Delgado
En 1936, Emilio S Belaval publica Cuentos para fomentar el Turismo. Este libro, reeditado varias veces por las editoriales institucionales de Puerto Rico, presenta, con humor y cinismo, una realidad nacional que en aquéllos tiempos se quería pensar bajo el lente del interés internacional. Como en muchos otros países latinoamericanos, el turismo, una de las estrategias de homogenización y sanitación que imperaron a principios del siglo veinte, se proponía como la actividad económica que “salvaría” a Puerto Rico de la miseria y lo dispararía al mundo del glamour y el progreso económico. Pero la realidad de la población puertorriqueña representada en los Cuentos para fomentar el turismo pone en evidencia otras dinámicas; Belaval revela a un campesinado aferrado a los valores agrícolas que se resiste a las políticas homogenizantes de la americanización y la capitalización de la tierra.
Belaval también había publicado, años antes, otro libro importante: Cuentos de la Universidad, en el cual personifica al flamante estudiantado de la joven Universidad de Puerto Rico, fundada en 1903, poco después de la ocupación norteamericana en 1898 (Rodríguez Juliá, 13). En muchos de estos cuentos, los estudiantes son caracterizados como una burguesía aspiracional para quienes la educación representa el boleto de salida de la pobreza y la ruralía. Estos títulos emblemáticos de la literatura puertorriqueña del principios del siglo XX revelan dos movimientos importantes en el devenir del pensamiento de la isla: uno hacia adentro, nostálgico y costumbrista, y otro hacia afuera, en donde no hay cabida siquiera para mirar atrás. Cabe mencionar que estas tendencias han sido matizadas por una marcada actividad migratoria de éxodo y circulación a los Estados Unidos, punto de análisis fundamental para poder comprender la realidad y la representación de lo puertorriqueño contemporáneo.
El poemario de Mara Pastor, Poemas para fomentar el turismo, (2011) se inmiscuye --con firmeza y sagacidad poética-- dentro de estos asuntos que han preocupado a los intelectuales puertorriqueños durante más de un siglo. Ya desde el título, retoma con cínica obviedad el texto de Emilio S. Belaval, retando de alguna manera a la genealogía literaria de la isla. Además, ella misma ha dicho sobre el libro que “también es sobre ser estudiante y sobre la sensibilidad que esto produce en estos tiempos” (del Blog de Mara Pastor). Más aún, Mara Pastor se refiere al estudiantado como una condición del paso, más parecida al “estar” que al “ser”: “"estar", algo así como un gesto del tránsito, un estado de la materia. Lo que ha sido constante de alguna manera ha sido viajar mientras "estoy" estudiante”, afirma. Ya en el primer poema del libro, “Turismo interno”, el sujeto lírico establece el vínculo: “pensaba en estudiantes / como recogiendo palabras / de un derrame petrolero” (11). Este paralelismo que traza Mara Pastor entre la búsqueda de conocimiento y tránsito detonante es una característica que representa a gran parte de la población “educada” de la isla. Mucho se ha escrito sobre la llamada “fuga de cerebros” y las más recientes oleadas migratorias de puertorriqueños hacia los Estados Unidos tienen que ver, sin duda, con las oportunidades profesionales, educativas y vivenciales que el acceso a las universidades norteamericanas facilitan. Al respecto, había escrito en 1993 Magali García Ramis en su conocido ensayo Los cerebros que se van y el corazón que se queda (La familia de todos nosotros, 1993):
Cerebros, esa gran masa encefálica que como nube nuclear se desplaza lenta y constantemente hacia el extranjero; esos sesos con patitas que se suben a diario a los aviones rumbo a otra vida: doctores a Dallas, profesoras a Boston, maestros a Rutgers, pintores a San Francisco, trabajadores sociales a Nueva York, enfermeras a Chicago, arquitectos a Miami, investigadores a Washington, sociólogas a México, ingenieros a Arabia Saudita...
Y es que, por fortuna o lamentablemente, la experiencia de la migración plantea contradicciones y dinámicas que no vale la pena subsanar. El sujeto insular se descubre de súbito como parte de un mundo mucho más grande que se abre paso a paso y se empieza a reconocer y a definir desde esas otredades. Poemas para fomentar el turismo va dedicado “A los 300,000 puertorriqueños que emigraron del 2005 al 2009”. La discusión se abre y el intercambio se hace posible: ¿Cómo nos ven los otros y cómo nos vemos nosotros mismos?, ¿Cómo cambian nuestra visión de mundo el movimiento, el viaje, la migración?, ¿Qué tenemos que decir como migrantes o como turistas? ¿Cuándo dejamos de ser turistas para convertirnos en migrantes? Y ya dentro del mundo, ¿cómo vemos o interpretamos esas otras realidades que tenemos la oportunidad de conocer? En el libro de Mara Pastor, la noción original que Belaval planteaba al acuñar “para fomentar el turismo” como condicional del título de sus cuentos experimenta un viraje significativo. No se habla aquí del fomento del turismo hacia la isla, sino todo lo contrario. “Algo así como éxodo y repetición”(en "Luego fuimos a Camden", 49), el sujeto poético que se desarrolla en el texto es un sujeto que viaja y observa, turista maravillado o migrante con un tercer ojo muy crítico, nunca se sabe.
De lo que no cabe duda es que el tránsito que se pone en evidencia en estos textos es insumiso y bizarro. Los lugares extranjeros en donde la voz poética logra reconciliarse son, precisamente, los más inusuales, “síntoma inevitable de que a las afueras / también hay caimanes / en las urbanizaciones”(en "Caimanes", 42), respira aliviada en uno de los poemas. El sujeto que viaja, por más crítico que sea, por mejor disposición que tenga, siempre se encuentra vulnerable, al borde de un miedo o peligro que hay que enfrentar y vencer. El temor a los aviones, la extrañeza del vuelo, la resignación frente a los fenómenos atmosféricos de otras latitudes, son algunas de las facetas de la subjetividad del mal llamado “turista” que se revela en los textos de Mara Pastor. “Soy el ángel de todas las azafatas con mis pestañas duermo el miedo de los tripulantes las azafatas iconoclastas erizos sin miedo nostalgia aérea de las viudas negras vacíos de aire los pilotos cansados” (en "Jetlags", 53), va rezando como un mantra, mientras viaja de un lado a otro, ya sin proponérselo, como si fuera la maldición de los migrantes el no poder detenerse nunca.
y nunca pensé en traficar conmigo
una crisis mundial
(en "La trompeta del arcángel", 21)
A diferencia de los poemarios anteriores de Pastor, en Poemas para fomentar el turismo observamos una politización inminente de su discurso, fruto del acceso a la información que proporciona el contacto directo con “afuera”. La naturaleza lírica experimental, los juegos intertextuales y las remembranzas domésticas que sobresalen en Alabalacera (2006), El origen de los párpados (2008) y Candada por error (2009) se ven enriquecidos por esta naciente agudeza crítica que le permite observar y compartir la realidad social que la rodea.
que resultó un asiento muy incómodo
del que nos paramos con contestaciones
leídas a espaldas de maestros de creación literaria
(en "Los estudiantes", 57)
La franja de Gaza, la extinción de las abejas y las catástrofes ecológicas, Guantánamo, el Apartheid, protestas en Irán, la dictadura de Franco, las minucias de la economía transnacional, la amenaza pandémica, la trata de personas, el feminicidio y los movimientos ocupas del 2011 se entremezclan en sus versos, en una contienda campal donde la realidad del mundo se enfrenta a los enajenantes placeres intelectuales de la academia y a las seducciones del consumo:
Arjuna comprende que enfrentarse a lo que ama
es un deber ético para llegar a la justicia.
(en "Los estudiantes", 57)
En esa contradicción, precisamente, leo el hallazgo más luminoso de los textos de Poemas para fomentar el turismo. No es que Pastor haya abandonado el registro lírico que la caracteriza. Seguimos encontrando el affaire matemático de su “Flora numérica”: palíndromos, neologismos, intertextos y sumatorias desfilan en estos textos con su gracia habitual. Sin embargo, “siniestra”, decide asumir el enfrentamiento irremediable contra su genealogía:
quemo una casa
decido volar
hablo una lengua que no hablamos
(en "Siniestra", 38)
“Foto desechada que se despide / por el sudor del tiempo” (en "Tercer ojo", 40),“El amor es un privilegio de los que no leen / el periódico” (en "Pentágono", 34), se lamenta, como reconociendo que hay recuerdos o costumbres que no caben en ningún equipaje. Los viajes familiares a la Florida, los gustos heredados de las tías y la abuela, suvenirs de otros aviones, y una feminidad vanidosa que tiende a definirse sólo a partir de ciertos consumos culpables–“falda de mantel de picnic (...), jabón de algas (...), charol amarillo (en "Etiquetas", 32)---, quedan inevitablemente en tela de juicio después de los viajes y las huelgas estudiantiles.
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Pero aquí no acaba todo. En Poemas para fomentar el turismo hay una coda final, un libro dentro de un libro. La última parte del poemario, Llámame Láctea, constituye una separata de ciencia ficción, como un transbordador espacial que se sale de su órbita. Después del fin del mundo pero “antes de los trenes” (en "Presagio", 67), Mara Pastor nos invita a imaginarnos migrantes o turistas en el espacio, en la luna, en otros planetas, tal vez presagio de un mundo que, amenazado por guerras y catástrofes termina extinguiéndose del todo, como las abejas que revolotean entre sus poemas.