22.4.06

primer borrador de mi historia negra

siempre supe que no me tocaba ese poema.
que por alguna razón insuficiente
no podía nombrar esa palabra negra.
que esa era mi historia,
llena de significaciones entre líneas
que nunca me tocaban,
que me aturdían.
y yo era negra también,
aunque tú no me lo creas.
yo era negra
porque nadie sabía nada de mi padre.
yo era negra.
yo era negra porque era la otra en mi familia.
abrazada al mapa del regazo de mi abuela
para no perderme.
llena de secretos incrustados
en las capas de pintura
que acumulan las casas de cemento.
buscando entre los libros de doctor
de mi abuelito veterano,
siempre en el lugar equivocado,
pistas coherentes del sabor de mis caderas.
los espacios oscuros en los que se me cancelaba.
yo no era de allí, supongo,
yo me fijaba en otras cosas.
el discurso racista en la sobremesa de mi casa
me amargaba.
esa era yo y esa eran ellos.
eran mami, abuela, abuelo.
tal vez mi tío un poco menos,
que me llevó a mirar las putas en santurce
y siempre tuvo novias con el pelo rizo,
novias negras.
yo quería ver más allá del enrejado,
quemarme con aceite en la cocina,
engrasarme las manos,
pintar con las cenizas de las hogueras nocturnas
de los pueblos cercanos a la playa
y sin embargo, y a pesar de mi familia,
las capas de pintura,
los cuentos extendidos más allá del sueño estético,
todos trazaban pistas negras,
un lenguaje cotidiano con el acento portugués
de un negocio transoceánico
que nos hizo a todos negros,
negros en la cama los abuelos franceses,
las tías canarias,
negro también sevilla,
negro el perú,
negro todo el sur de españa,
negras las ventanas soleadas de las casas,
negros los bailes, las querencias,
la virtud del mar en la mirada.
y el problema es que no había más historia
que las enredadas genealogías familiares,
historias privadas de las que no se habla,
historias de pobreza y negligencias,
historias demasiado pobres para ser históricas,
demasiado negras para ser historias literarias.
por eso me acusaron de confesional,
folklórica, infantil, ingenua, fresa.
demasiado culo, demasiada boca,
demasiada risa, demasiado sucia,
demasiado cafre, demasiado negra,
demasiado baja. explayada. malhablada.
y ya la blancura era un contexto irracional,
fantástico y pendejo,
hecho de un mármol plástico y gomoso,
inmune a los estragos del salitre y la resaca.
y yo, rebelde, me iba a la playa
a ponerme cada vez más negra,
cada vez más pobre, más descalza.
y yo, cobarde, iba con una vergüenza blanca
en el cuerpo avergonzado,
una vergüenza lechosa y rosadita,
una vergüenza también de bultos y de carnes,
una vergüenza colonial, terrateniente, adúltera,
fornicante, blanca, violadora, víctima, violada,
una vergüenza negra en el lenguaje,
en la vida cotidiana,
inapropiada para mi casa hipócrita,
para mi casa blanca.
yo sabía bien que el mar que me rodeaba
era de áfrica,
que la luna del cielo era de áfrica,
que el cielo no cabe todo en una palma
de una mano blanca,
que el ritmo de la noche era de áfrica,
que el cansancio de los cuerpos,
que la palabra cuerpo,
que la palabra planta,
que la palabra madre,
que la palabra vida,
que la palabra casa,
que la palabra historia,
que mi historia toda.
y tracé por voluntad esa
línea imaginaria y fértil,
desde el centro genital de mis orígenes
hasta algún país de áfrica.
y aunque tú me veas así,
tan burguesa, tan perdida, tan blanquita,
yo te juro que siempre fui la negra de mi casa.
la negra con toda su connotación de estereotipo,
la negra con todos los prejuicios,
con todas las violencias.
yo era la bastarda,
la negrita, la nena malcriada,
escondida entre los márgenes
de la falda del cafetal abandonado
de mi abuela blanca.

1 comentario:

  1. Yo te creo
    (aunque tú no me lo creas)
    que eras negra también
    en algún tiempo lejano
    en pasado
    cuando empezaste a descubrir
    que tus caderas tenían un sabor transoceánico
    cuando quisiste ver más allá del enrejado
    de una casa de cemento protegida
    cuando quisiste engrasarte las manos
    o quemarte con aceite en la cocina.
    Yo te creo ese intento de querer
    saberte
    negra
    en el que te acusaron de
    folklórica, infantil, ingenua, fresa.
    Demasiado culo, demasiada boca,
    demasiada risa, demasiado sucia,
    demasiado cafre, demasiado negra,
    demasiado baja. explayada. malhablada.
    Yo te creo cuando dices que
    el problema es que no había más historia
    que las enredadas genealogías familiares,
    historias privadas de las que no se habla hoy,
    historias de pobreza y negligencias,
    historias demasiado pobres para ser históricas,
    por que ese cuento me lo sé.
    A diferencia tuya
    yo no era negro. (También)
    Yo siempre fui.
    Y sigo siendo.
    Pero no por decisión
    ni por cargar este color sobre mi frente.
    Soy negro por nacer entre los negros
    por nacer en un pueblo menos
    a la orilla brava de la playa
    donde se pinta con cenizas de hoguera.
    Si soy negro
    no soy negro por descubrimiento
    ni por curiosidad.
    Soy negro por que vivo entre los negros
    y me toca este encanto
    por que mi familia
    de linaje ultraeuropeo
    vive lejos
    por que mis primeros trazos en papel
    fueron caretas
    por que la bomba no llegó a mí por interés
    de reavivarme en la cultura.
    Soy negro por que me adentré en los cocales
    descalzo
    en bicicleta
    y aprendí que la lluvia es más hermosa
    entre las palmas
    a cualquier hora del día.
    Soy negro por que sí
    como te había dicho
    por que no puedo desprenderme de ese
    nombre
    por que he llorado
    por mis antepasados
    frente a la estatua de santiago
    que es Ogún
    por que tracé una ruta
    que no está contenida
    en la historiografía nacional
    por que tengo el sabor del mar en cada letra
    por que sé
    en presente
    (no en pasado como tú)
    que el mar que me rodea
    sigue siendo el mar de África
    que la luna de este cielo
    isleño
    es africana,
    que el cielo
    negro
    no cabe todo en una palma
    de una mano blanca,
    que el ritmo de la noche es de África,
    que el cansancio de los cuerpos,
    que la palabra cuerpo,
    que la palabra planta,
    que la palabra madre,
    que la palabra vida,
    que la palabra casa,
    que la palabra historia,
    que mi historia toda
    tiene unos lazos hondos con ese país.
    Por eso digo
    Que aunque yo te vea así
    tan burguesa, tan perdida, tan blanquita,
    yo te creo
    aunque tú no me lo creas
    y me lo tengas que jurar.

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