2.9.07

La fiesta

Lucio abrió ligeramente un ojo, luego el otro. Disimulando, sin mover ni una sola de sus extremidades para no levantar sospechas, hizo girar su mirada hacia todas las direcciones del recinto donde se había quedado dormido. Así se dio cuenta de los tres elementos básicos de su derrota. Primero, estaba echado en una esquina en el suelo de la sala desamueblada de un departamento del Centro, en una fiesta donde no conocía a nadie, y no recordaba cómo había llegado hasta allí. Segundo, su atuendo de banquero con zapatos y corbata resultaba escandaloso y ridículo entre tanta juventud borracha bailando reguetón. Tercero, no llevaba dinero suficiente para una discreta huida en taxi. Acorralado, apretó más los brazos contra los botones de su camisa. Decidió fingir el sueño hasta que el último invitado hubo abandonado la fiesta y los dueños de casa se hubieran retirado a sus habitaciones. Entonces se levantó, abrió la puerta sin hacer ruido y bajó las escaleras rascándose los ojos. Todavía no recordaba nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

buen cuento el de la poeta

Lorena Illoldi dijo...

a mi no me engaña: se metió unos ácidos y por eos no recuerda nada