24.9.05

Anoche Angel se fue despotricando de casa. Gritaba de coraje, de frustración. Me acusaba de no estar lo suficientemente indignada. Le molestaba que hubiera asumido la noticia sin sorpresa, que no hubiera hecho ningún aspaviento. Le molestaba que en mi casa estuvieran tranquilos mirando la televisión. No es que quiera justificarme, pero yo no llevaba toda la tarde llorando al muerto, acababa de llegar luego de un día normal de Nueva York, con mis rutinas, cansancios, decepciones y diversiones cotidianas. La verdad no me sorprendí. Lo que me indigna más, en todo caso, no es la muerte del viejo revolucionario, del abuelo de mi amiga, de ese rebelde mítico que tuvo siempre la mente lo suficientemente clara para decirnos en la cara todo lo que andaba mal. Lo que me indigna más es el contexto, que esto pasara justo en el momento en que la celebración más solemne del movimiento independentista de la isla se convirtiera en una triste payasada. Porque Filiberto murió el mismo año que se les ocurrió decir A Lares sin Populares, mientras cientos de neohippies compraban collares de cuentas y se bañaban en los ríos aledaños. Y a pesar de todo no me da vergüenza decir que me parece una muerte digna. Fuera de lugar, injusta, pero digna. Que me pareció hermoso que mientras rodeaban su casa las fuerzas norteamericanas su voz resonaba en la Plaza de la Revolución recordándonos los propósitos de la lucha por nuestra libertad. La errática, la huidiza, la imposible. Y no soy menos revolucionaria porque no grité, porque no insulté a nadie, porque no he llorado. Porque sé que esto no puede ser una muerte si no más bien un parto. Sólo pido que respeten esta forma callada de indignarme.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Respeto tu indignacion, y en cierta forma estoy de acuerdo contigo. Me uno a ti cuando dices que nada te sorprende, pero a mi me molesta no sorprenderme, porque ya vemos estos actos como algo usual, y eso si es indignante. Mientras un ser humano se desangraba ante los ojos de los federales y daba su vida por un ideal, las autoridades puertorriquenas, subyugadas al dominio yanki, se daban por desentendidas, y cruzaban sus brazos. Porque se meten a nuestra tierra, hacen y deshacen en ella, y el gobierno ni siquiera puede preguntar "?Que esta pasando?" o "Por que estan aqui?" Yo me pregunto, ?Es tanto su dominio y es tanto su poder, que ni siquiera se molestaran por darle a este pueblo las respuestas que se merecen?... No se que pensar ni que sentir...Te adoro amiga