yo también celebré mis muertos estos días.
porque pensé en abuelo más de lo debido, porque cada vez que tomo una aspirina oigo su voz de médico. el sábado caminé sola por Chinatown y podría jurar que él me acompañaba. al doblar una angosta esquina descubrí un lugar llamado el Cathay. entonces quise sentarme a comer contigo, abuelo, en ese misterioso restorán de techo chino cerca de la entrada del Condado, al que nunca entré pero que siempre te escuchaba mencionar. y fue lindo creerte vivo y de visita. y fue lindo recordarte alegre, improvisando voces, caminando conmigo en una calle por la que nunca caminamos juntos pero igual pudo haber sido. y agradecí la suerte de haberme despedido de ti aquél día en el que estabas vivo todavía, la suerte de no verte muerto echado en una caja o a punto de esconderte bajo el negro de la tierra del cementerio nacional.
...llevabas tanto tiempo creyendo que la muerte estaba cerca, desde la vez que te diagnosticaron cáncer del pulmón y se te acabó el mundo. siempre que fui a verte después de eso lo advertías. "ahora sí que sí, mijita, lo que me queda de vida son dos meses". pero siguió pasando el tiempo en tus rodillas y todavía te subías al techo de la casa con tu escalera frágil. seguías yendo cada miércoles a la biblioteca de la escuela, buscando curas mágicas que pudieran alargar tu companía un rato más. visitabas el colmado cada tarde, con la mala costumbre de quien ha vivido mucho en pueblo chico, donde los víveres se compran uno a uno para matar el tiempo y no al revés. porque la verdad ahora no importa, de todas formas ya no venden nada fresco en los colmados. pero igual tú ibas cada día por si acaso no sé qué.
no es que creyera que fueras inmortal ni nada parecido, abuelo, pero la verdad nunca pensé mucho en lo posible o lo cercano de tu muerte. estabas siempre tan del lado de la vida que nunca lo pensé. tú velabas mi bienestar y mi salud, eso era todo. más de una vez me curaste terribles infecciones de garganta. yo detestaba las paletas de madera para aplastar la lengua y decir aahh. nunca me tocó la posibilidad de que murieras. tal vez, ingenua, te creí capaz de curar cualquier enfermedad --hasta tu cáncer de pulmón o la tristeza de saber que era imposible.
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