Nosotros no nos preocupamos para nada cuando A. no se apareció por tres días. Desde que su jeva se había mudado a la casa nueva no se les veía en el apartamento. A. llevaba semanas reorganizando su cuarto poco a poco porque tenía que cerrar el estudio de la escuela después de la graduación. Tenía un reguero y montoncitos de trabajos recostados sobre cada una de las paredes. Había pensado construir un mueble, trepar la cama en zancos, aprovechar el espacio y la luz del cuarto lo mejor que le saliera. Iba a pasar el verano entero pintando, por fin. Las noches que A. no venía el silencio de la casa era solo nuestro. Pero sonó el teléfono.
-¿Tú has visto a A.?- le reconocí la voz.
-No, lleva días sin venir.
-¿Tú sabes por qué, verdad?
E. hablaba en serio. Estaba sobrio y concentrado. Se preocupaba de que yo tuviera menos noticias que él.
-Él siempre se queda en casa de R. - le dije.
-They're both in jail.
-¿Qué?- Le pregunté diez cosas y no pudo contestarme ni una sola.
E. tampoco tenía idea de qué carajo había pasado con ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario