hoy discutí contigo, x., aunque no era contigo con quien quería pelearme, precisamente. amanecí con ganas de estrellarme contra la ingeniería mecánica, enterrarme algún tornillo. porque me enojan los mecanismos que atan a la gente a cualquier mástil. los homenajes y los obeliscos son estructuras inmutables y eso me da rabia. no te quiero de piedra x. no te quiero amargo o venenoso. no te quiero echando raíces en el pantano gris de las antologías. eres libre, x., y sin embargo hay en el mundo muros ciegos que parecen monumentos perdurables. el arte no necesita de sus parques con arbustos recortados. bajo el agua a nadie sirven los halagos. tus manos hábiles son mucho más que el rudimentario gesto de invitarnos a la última función de la cadena alimenticia, a la última matanza. no sé por qué hoy tengo rabia (contra ti) contra lo que representa asumir la grandeza patológica -efecto ilusorio- que regalan los espacios reducidos. allá somos tan pocos y nos conocemos tanto que es sencillo exhibirse o descartarse. y después de mucho producirse o practicarse, después de tanta tarima de por medio, el gesto se nos vuelve mueca, disfraz con eco. cuando uno es tan visible hasta la piel (en carne viva) es un artificio que corrompe. no sé qué estoy diciendo. si no te miro de frente y tropezando no me creo la ficción que otros y nosotros pretendemos construir de nuestros respectivos personajes literarios.
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