22.2.09

huevos fritos

hoy por la mañana, mientras freía un simple huevo en mi sartén viejo, me puse a pensar en varias cosas. el teflón rayado me hizo recordar otros sartenes. entonces, fue newyork algún domingo. bajé a la bodega dominicana del bildin de al lado y compré leche y pan y un fili y subí a desayunar (en mi memoria). recordé la luz de las once am de aquél apartamento largo y flaco también del cuarto piso y la verdad, sentí un poco de nostalgia. la pequeña tablillita con dos plantas, los murales de alejandro, la mesita redonda de la cocina, llena de recibos y cuentas por pagar. aquella casa. y recordé una tormenta de nieve y nosotros en el techo del edificio jugando a todo lo que una vez vimos en la tele. el verano siguiente hubo brutalidad policial, robos, conciertos en los parques. y umbrella 3d llenándose de gente, mi refugio favorito de toda aquella fauna, y un amigo poeta con quien extraño hablar. las calles del lower east side, el tren j atravesando la madrugada sobre el puente de williamsburg, la hermosa fábrica de azúcar junto al río, los cadáveres imaginarios del fondo y mis poemas recién paridos de aquellos días. queens los miércoles, mis amigos más pervertidos ebrios demasiado temprano, nosotros corriendo sin pagar la cuenta en un bonito bar de soho, la ingenua soberbia segregada de todos los que creíamos que nuevayork podía ser el ombligo del mundo. el apartamento era tan pequeño que me oías pensar y por eso tuvimos que odiarnos, inevitablemente, odiarnos todos, los unos a los otros, rindiendo homenajes al desencuentro artístico. entonces, creo, yo no sabía qué era el arte, aunque siempre caminé atenta las calles de su barrio y de todos los barrios de la zona. de esa ciudad me encantaba que no había que ir tan lejos para desaparecer por completo. muchas veces dejé que me tragara su terrible seducción, su patética locura. teníamos pocas ventanas. las ventanas de la cocina daban a las ventanas de la cocina del edificio de al lado. usábamos la salida de incendios como balcón. la salida de incendios daba a la salida de incencios del edificio de atrás. pero hicimos buenas fiestas en esa casa. se bailó mucho en poco tiempo. me acuerdo de esa vez que vivió con nosotros un altísimo contrabajista y yo sentía placer de despertar temprano para verlo dormido en en sofá de la sala, con esa ventanita pequeña iluminándole el perfil.
empieza a oler a quemado en la cocina.

3 comentarios:

Ana dijo...

Qué memorias pasan en la cocina!

patricia dijo...

mmmmm, que añoranza me entra!!!.
Vayámonos otra vez a NY y comprémonos unos zapatos nuevos (a la manera de elisa) para recorrer la ciudad!!!
:)

marielkis dijo...

te extraño, pulgarcita!
un beso en la frente,
mar