14.7.07

desvelo

1.
este impulso de llanto se apresura. dice algo de mí, que a veces quiero ser a penas la historia que cuentan de mí los hombres que me amaron, el gesto del desvelo, la poesía que me toma por asalto, el eco del no se puede, mis berrinches, el castigo social que pagan aquellos que deciden irse solos a oler los poros de las piedras que se pulen en los ríos. soy ésta que no sabe amar de otra manera que no sea traicionando o traicionándose. perforo la noche, la cabeza de la noche. ella pide también descanso. afuera: luna llena. tú tampoco eras. perderse en este bosque de regresos hace daño. insisto. el tacto, el baile. el vaivén del mar y del muelle de la cama es lo único que salva y nosotros no necesitamos salvación. entonces, de dónde viene la percusión de la tristeza. el abismo imperdonable que nos deja el abandono a cada lado. cuando escribo lado me refiero a ti y a mí, escondidos en el quiebre binario de las cosas, pretendiendo encontrar la plenitud de imaginarse solos, juntos en la inmensa lejana inaudita inalcanzable soledad del otro.

2.
encender la luz a mitad de la noche. la luna el insomnio el frío el papel la imposibilidad del movimiento. me he sentido así otras veces. lo sé. hay que huir. hay que meterse en las páginas de un libro que le permita a una entregarse a sus locuras. no me gusta que alguien sepa que la piel el borde se compone de un gas tan volátil ésta fibra frágil que llora porque sí. que cada vuelco de luna la enloquece. en este cuarto hace calor. en aquel otro hace frío. en estas calles lo que quedan son las ruinas de un proyecto de amor inacabado, de una revolución que se traiciona en cada sílaba. la distancia política de los países que han quedado a la intemperie del poder, la costa al viento, el salitre oxidando las ventanas de las casas cercanas a la playa. el silencio. la tenue satisfacción que da la posibilidad de sumergirme en el agua de la página. las olas rígidas de las rayas que enderezan la escritura. ésto, míralo, es enloquecer. no poder dormir alguna noche en que la luna te hace sabotaje, se burla de ti, que no saliste hoy a verla nacer aunque era llena. aquí tengo que vivir tan de este lado de las cosas. el mundo, que no existe en la piedad, la pena o el espejo. el mundo pequeño de las islas que se miran a sí mismas con vergüenza, los lados de los ojos que palpitan y que estallan. hay tan pocas cosas que me calman: la certeza del mundo en las orillas y saber que el río va a llegar al mar, llorar llorar llorar buscar la aurora (una vieja que canta entre paréntesis una nota suspendida que siempre suena a la). me calman la intemperie, los balcones, las ventanas, los besos, la piel, los elementos, los túneles profundos que van a dar al agua, la lluvia, los grillos, estarme sola en medio de la noche sentada en una mesa con un dedo en el centro dibujando una espiral. tengo que irme. tan pronto salga el sol voy a tener que irme (al sueño, al mar, no importa a donde). a esta hora me visitan pensamientos que no tienen que ver con el idioma o con la posibilidad real de articularlos o con la posibilidad real de que me escuches o con la posibilidad real de que me entiendas o con la posibilidad real de que me quieras entender o con que puedas o con que te conmueva un poco y también tiembles. o llores o sudes o gires en la cama incomprendiendo mi pacto con la noche y las arenas, mi lívida locura. haciendo tú también alguna versión no ésta de los hechos. tengo que irme. a un lugar son eco sin tubos rotos que desperdicien agua a alguna cama donde llorar el desencanto el miedo el llanto se pueda compartir.

3.
suspiro

aquí se aquieta el trance

el agua del papel aguanta todo
es noble como el clima de las islas

la noche encierra lunas llenas en apartamentos insomnes
y ellas no saben escapar

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