Una mujer que a los 30 años descubre puertas en el ruido de
su genealogía. Una mujer que empieza a diagnosticar sus voces: una familia
llena de mujeres solas, misteriosas, ella ha elegido el viaje por encima del amor. Ahora descubre un montón de
mujeres con el cuerpo recubierto de pudor y vergüenza, desconectadas todas las
aristas posibles del placer. ¿Por qué dormían en camas separadas abuelo y
abuela, cuál dimensión solitaria del amor estaban habitando, cuál entrega
católica se escondía en sus gestos de absoluto compromiso? (A mi abuelo, la
artritis le impidió volver a quitarse su anillo de bodas).
Ya basta de mujeres tristes cargando en el ombligo todo el
desconsuelo de cada terremoto toda la ansiedad del mundo.
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