Punta Allen, reserva de Sian Kaan
en Punta Allen aprendí que el fondo del mar también tiene dueño, y se hereda. Don Ángel y su hijo Millais me llevaron a pescar langostas a su campo submarino hace tres días. Cada vez que salen, sacan de 10 a 20 kilos de cola de langosta. Antes de llevar las langostas al depósito, les arrancan la cabeza y la tripa, y revisan que no tengan huevos, porque si no, no las reciben. Según las reglas de la cooperativa, el campo submarino sólo pueden heredarlo los hijos varones de los pescadores-buzos, pero Millais es artista, y no quiere ser pescador. Aquí en Punta Allen, los pobres comemos langosta, caracol, pescado, dice con hastío. Después de destripar tanta langosta diariamente, ya ni siquiera le gusta comer mariscos.
4 comentarios:
qué rico día de pesca!
sólo ande con cuidado bajo el mar, mi queridísima sirenita, no vaya a ser que algún pescador (o pecador) la atrape y se nos quede por esos lares.
Ojalá que Millais consiga un hermano que lo sustituya para que pueda irse a atravesar de rabo a cabo el mundo, como tú.
no vuelvo a pescar.
leeselo a Millais.
lo otro:
que lujo estar comiendo mariscos del campo de uno. que lindo eso del campo de mar. cuanta pobreza en comer lagosta a diario. que locura.
un besito nena.
las playas desde aqui
nunca estan lejos.
te gritare.
.........
yo jamás me cansaría de comer mariscos, aunque sí, podría extrañar un buen bife...
tanto como te extraño a vos, amiga...
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