30.3.09
26.3.09
La Sombra
De Los papeles salvajes, 1971
Las ciudades y los cambios
Italo Calvino
A ochenta millas de proa al viento maestral el hombre llega a la ciudad de Eufamia, donde los mercaderes de siete naciones se reúnen en cada solsticio y en cada equinoccio. La barca que fondea con una carga de jengibre y algodón en rama volverá a zarpar con la estiba llena de pistacho y semilla de amapola, y la caravana que acaba de descargar costales de nuez moscada y de pasas de uva ya lía sus enjalmas para la vuelta con rollos de muselina dorada. Pero lo que impulsa a remontar ríos y atravesar desiertos para venir hasta aquí no es sólo el trueque de mercancías que encuentras siempre iguales en todos los bazares dentro y fuera del imperio del Gran Kan, desparramadas a tus pies en las mismas esteras amarillas, a la sombra de los mismos toldos espantamoscas, ofrecidas con las mismas engañosas rebajas de precio. No sólo a vender y a comprar se viene a Eufamia sino también porque de noche junto a las hogueras que rodean el mercado, sentados sobre sacos o barriles o tendidos en montones de alfombras, a cada palabra que uno dice -como «lobo», «hermana», «tesoro escondido», «batalla», «sarna», «amantes»- los otros cuentan cada uno su historia de lobos, de hermanas, de tesoros, de sarna, de amantes, de batallas. Y tú sabes que en el largo viaje que te espera, cuando para permanecer despierto en el balanceo del camello o del junco se empiezan a evocar todos los recuerdos propios uno por uno, tu lobo se habrá convertido en otro lobo, tu hermana en una hermana diferente, tu batalla en otra batalla, al regresar de Eufamia, la ciudad donde se cambia la memoria en cada solsticio y en cada equinoccio.
De Las ciudades invisibles, 1972
entonces encontraría al fin la raíz del beso, sin perfecciones inútiles rompiendo los paisajes, sin letreros, sin luces irritantes, abierto de par en par el sonido especial; sin voces encogidas ni estiradas si no exactamente dichas y escuchadas; sin silencios inconsecuentes si no más bien silencio de células y sangre preparando oscuramente su fiesta de mañana.
José María Lima, en Homenaje al ombligo
23.3.09
por su seguridad
cambio de estación
me templaron el cuerpo la piedra y la madera en el fuego
rompí en más pedazos
la cerámica arqueológica del tiempo
derretí mis dedos debajo de la tierra
ahora, a la ciudad le germinan conciertos en las plazas
flores escandalosas que se complementan
llueven calendarios confundidos
aunque sábado y lunes nunca aprendan a ser lo mismo
esta noche las calles están llenas de gente luminosa
noche de primavera
“nunca me habían dicho nada tan bonito”, dice, y se aleja saltando
meneando sus alas de mariposa, escarcha y nilón
calle francisco i. madero, centro histórico
sexta noche de primavera, festival de la ciudad de méxico
equinoxio
22.3.09
19.3.09
ultramar
mi abuela bajo tierra
la ronca caracola del origen
la semilla de la que siguen germinando
las voces que me habitan
un árbol de nísperos
una maleta nueva
y mis pasos mirando al horizonte
de este lado la magia
una serpiente que pendula debajo de mi lengua
un camino descubierto que siempre se recorre
de este lado el futuro
las flores rascándome los dedos
todo lo nuevo
de este lado la suerte
barcos gigantes llegando a las orillas
torres, civilización
las uñas del pasado
todas mis cicatrices
una ciudad alta y flaquísima
con muchos millones de luces encendidas
de otro lado una isla, un palmar
de este lado mi cama descalza
una ventana, otra ciudad
de este lado mis puntos cardinales
una montaña
el aire entrecortado
un par de besos
2300 metros de altura
el estruendo violento del poder
se aprietan los botones que hacen estallar los bosques
las minas de diamante
su guerra interminable
todas las vidas que no supe
un edificio lleno de oficinas
una radio prendida
una carta que llega con noticias:
un ciclón acaba de pasar sobre nosotros
espero señales de aquel lado
intento adivinar la procedencia del tráfico aéreo
todas mis contradicciones
las fábricas de interruptores se instalan de este lado
suenan los teléfonos a veces
se desdobla la paciencia
el silencio pesa como el agua
alguien quiere estar de este lado
sudando sus recuerdos más pequeños
contaminados de algún sitio
con el origen girando confundido a veces
se pierde en el camino algún pasado
de este lado despierta el trueno
la ráfaga que acerca mis deseos
mi dedos de alebreste
mi ansia de alebrije
los colores del tiempo manchando los museos
de una ciudad que consiente
el ritmo curioso de mis pies
y unos cuantos azares importantes
que me trajeron de este lado
17.3.09
una ciudad palpita
hay piedra volcánica al rojo vivo
guardando los secretos de una pulsar que late
estamos en un cráter
con los dientes contaminados de camino
de este lado
me atrevo a ser, tal vez
más animal dentro de mí
un remolino de tambores circula la noche
en la ciudad empeizan a verse las estrellas
[percusiones de estrasburgo, espacio escultórico unam]
15.3.09
15 minutos de su gracioso tiempo
KUNG FU 2003
Director: Tampico
Guión: Andrés Buitrago
15 minutos
Cuba (EICTV)