toda yo soy lo que creo, mi obra de arte, por eso a veces me juzgo en el espejo insatisfecha, con esa punta del pelo tan rebelde a la tijera o esa mirada doble que reprueba mi desaprobación. porque hay días que despierto y yo no quiero ser yo misma: no haber dicho ciertas cosas, haber mirado menos insistentemente, haber dudado menos. pero el cuerpo sigue hablándome sus miedos y yo no tengo más por responderle, más nada que no sea darle su oportunidad --de levantarse, acomodarse, escoger colores, ritmos, escogerse.
hoy me miras así, cansada, inconforme, con el coraje que te da no haber escrito nada hace diez días, desatender así tu labor creativa. para la escritura, ineludiblemente, necesito el tacto. a veces a mí también me toma por sorpresa ser esto que soy. a veces me pierdo de mí misma y entonces, ni el espejo ni sus fieles artificios. busco acceso a los recintos míos que nunca han tenido nombre. el tacto de la página revela mis relieves. voy rayando a tientas, dando tumbos, perdida, inconsecuente, desarmada. días como hoy yo no debiera decir nada (por temor a verme de verdad entre los pliegues). pero es inevitable. es lo único que tengo para el mundo--esto que soy aunque a veces ni yo misma lo sepa. mis dedos descuidados de los pies que sirven para llevar puestas las sandalias, mis rodillas que caminan y que a veces duelen, mis caderas esclavas, coloniales, mi cintura que cambia según la orden de los tiempos, mi ombliguito silencioso (agujero sin fin, jaula del recuerdo), mis pechos erectos y con frío, mi cuello entumecido que a veces solo quiere besos, mis brazos que hablan con mi voz.
ahora que lo pienso estoy llena de huecos. soy un cántaro desmesurado toda yo. voy guardándome la vida adentro de ellos. cántaros vacíos para conservar objetos, pócimas, semillas, hilitos, piedrecitas, caracoles que recogo del suelo sin pensarlo mucho. cántaros vacíos donde siempre cabe un poco más. eso es mi cuerpo, un cúmulo de cosas que le son ajenas. a veces soy yo misma mi enemiga más nefasta. día tras día haciendo sabotajes a mi piel. después de ti todos mis todos están en carne viva. lloro en los transportes. una niña abre muy grandes los ojitos y me mira. día tras día destruyo la intención, las voluntades. todo últimamente son historias incompletas, esperas interminables que desconocen su rumbo, que aspiran al vacío, luchando entre lo obvio y lo moral, huesos que rechinan debajo de la carne, ecos, tropiezos, desatinos.
de vez en cuando creo ser tan solo un acontecimiento del azar, una partícula que por error subió al balcón del pensamiento. desde entonces, no es lo mismo nada. del ombligo hacia arriba, pienso, creo. del ombligo hacia abajo soy un animal.
imagino el espejo nuevamente. ahí, severos, muy severos, mis dos ojos haciéndome preguntas. y mi boca que articula y dice cosas como ésta, a pesar de mí.